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La controversia de las vacunas y el autismo: ¿qué dice la ciencia?

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La controversia de las vacunas y el autismo: ¿qué dice la ciencia?

Las vacunas han sido una de las herramientas más importantes en la prevención de enfermedades infecciosas, desde su implementación en la década de 1790 hasta la actualidad. A pesar de su efectividad, las vacunas también han sido objeto de controversia. En particular, ha habido preocupaciones sobre si las vacunas pueden estar relacionadas con el autismo, un trastorno del desarrollo neurológico que afecta la comunicación y el comportamiento social. Aquí, examinaremos las pruebas científicas que rodean esta controversia.

El origen de la polémica:

La idea de que las vacunas pueden causar autismo comenzó a ganar popularidad en la década de 1990, después de que el gastroenterólogo británico Andrew Wakefield publicara un estudio en 1998 que sugería una posible conexión entre la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubéola) y el autismo. Wakefield fue acusado de conducta fraudulenta y su estudio fue retirado por la revista médica The Lancet.

Desde entonces, numerosos estudios han examinado la relación entre las vacunas y el autismo, y la gran mayoría ha encontrado que no hay una conexión causal.

Pruebas científicas que desmienten la relación entre vacunas y autismo:

Varios estudios han examinado específicamente la relación entre la vacuna triple vírica y el autismo. Un estudio de 2002 publicado en el New England Journal of Medicine examinó a 537.303 niños en Dinamarca y encontró que no había diferencia en la incidencia de autismo entre los niños vacunados y los no vacunados.

Además, un estudio más reciente de 2019 publicado en la revista Annals of Internal Medicine analizó los registros de salud de más de 600.000 niños en Dinamarca y encontró que no había diferencia en el riesgo de autismo entre los niños vacunados con la vacuna triple vírica y los niños no vacunados. Otros estudios, como uno publicado en el British Journal of Psychiatry en 2014, también han confirmado la seguridad de la vacuna triple vírica.

También vale la pena señalar que la incidencia de autismo ha seguido aumentando en varias partes del mundo, incluso en lugares donde las tasas de vacunación han disminuido. Por ejemplo, en los EE. UU., los índices de autismo aumentaron del 1 en cada 5.000 niños en 1975 a 1 en cada 59 en 2018. Durante ese mismo período, la tasa de vacunación para la vacuna triple vírica se mantuvo estable en alrededor del 90%.

¿Y qué hay de los ingredientes de las vacunas?

Además de la vacuna triple vírica, otros componentes de las vacunas, como el mercurio (que se encuentra en forma de timerosal en algunas vacunas), han sido objeto de preocupaciones sobre el autismo. Sin embargo, las pruebas también respaldan la seguridad de estos componentes.

En 2004, el Instituto de Medicina de EE. UU. emitió un informe que revisó todas las pruebas disponibles sobre el timerosal y encontró que no había evidencia de que el timerosal en las vacunas causara autismo. Desde entonces, la mayoría de las vacunas han eliminado el timerosal (o lo han reducido a niveles extremadamente bajos), excepto la vacuna contra la gripe, que todavía puede contener timerosal en algunas formulaciones.

Otros ingredientes de las vacunas, como el aluminio, también se han relacionado con el autismo en algunos estudios. Sin embargo, estas conclusiones se basan en pruebas muy limitadas, y la gran mayoría de los estudios no han encontrado una conexión.

Los beneficios de las vacunas son mayores que sus riesgos:

Es importante recordar que los beneficios de las vacunas son mucho mayores que cualquier posible riesgo. A través de las vacunas, se han erradicado enfermedades como la viruela y la poliomielitis, y se han controlado otras, como el sarampión y la rubéola. Las vacunas también previenen millones de hospitalizaciones y muertes cada año.

Por otro lado, cualquier riesgo de autismo asociado con las vacunas es extremadamente bajo. Incluso si hubiera una conexión, la mayoría de los niños vacunados no tendrían problemas.

Conclusión:

En conclusión, la evidencia científica no respalda la idea de que las vacunas causan autismo. Algunos estudios limitados han sugerido posibles vínculos, pero la gran mayoría de la investigación ha encontrado que no hay una conexión causal. Mientras tanto, los beneficios de las vacunas son enormes y ayudan a prevenir enfermedades graves y potencialmente mortales. Por lo tanto, la mejor opción para proteger a su hijo y a la comunidad en general es vacunarse de acuerdo con las recomendaciones de los expertos.